martes, 31 de marzo de 2015

Tentadora sumisión

Hola! 

"Tentadora sumisión" es la primera historia que me anime a publicar, no es una obra maestra pero me gusta escribirla. Quise animarme a publicar esas historias que escribo durante mis noches de insomnio (si, es cuando mi mente maquina) 
Mientras publico los capítulos en este blog voy haciendo algunas correcciones en la historia ;) 


Sinopsis: 
Akia es un lobo que desde pequeño supo que seria un Alfa y por eso siempre se mostró imperturbable ante todo, hasta que luego de varias semanas de estar al borde de la muerte despierta junto a su salvador que le asegura que es su pareja. Que el destino le haya dado un compañero hombre en vez de una mujer es un problema, pero que ademas este sea un dominante lo complica aun mas para este lobo acomplejado por sus deseos, impropios de un buen líder y hombre según sus costumbres.
Brian es un Águila guerrera que fue enviado lejos de la bandada de aves a la que pertenece para reflexionar sobre su mal temperamento. Debería estar solo por tres meses, pero por un impulso del momento termino rescatando a un lobo moribundo para luego darse cuenta que este es su pareja y que al parecer no será fácil de dominar ya que resulta ser un Alfa.
*no soy buena haciendo resúmenes o sinopsis XD

Capitulo I

El aroma de la sangre era casi cubierto por el olor a humo. Akia estaba agotado luego de luchar en defensa de su manada, su familia. Miraba a su alrededor en busca de algún sobreviviente, pero lo único que lo rodeaba eran las llamas y la neblina negra que lastimaba sus ojos. Jadeó con dificultad antes de correr hacia el río, punto de encuentro con el Beta y los Centinelas.
El dolor en todo su cuerpo lo golpeaba a cada paso. Corrió más rápido, sintiendo así como su vida se iba en cada pisada. Se estremeció al oler sangre fresca cerca, sangre de su gente. Tenía que cruzar, comprobar que su olfato estaba errado. Ver con sus propios ojos que su manada no estaba acabada.
Todo daba vueltas en su mente, su heridas estaban logrando cansarlo más, hasta que sintió una presencia cerca haciéndolo ponerse en guardia, iba a pelear hasta su último aliento.
—Justo al lobito que estaba buscando— exclamó el hombre que empuñaba un arma con su mano derecha. Le tomó un momento darse cuenta de quien se trataba. Por su apariencia el maldito cobarde se mantuvo al margen de toda la sangrienta batalla —. Tranquilo Akia... no voy a matarte como a esa manga de perros pulgosos, voy a conservarte como mi mascota.
Intentó cruzar el río que lo alejaba de ese infeliz demente, pero su cuerpo lo traicionó y cayó siendo arrastrado por la correntada. Golpeado por las rocas e impedido para respirar por el agua, sus pulmones definitivamente no aguantarían más y las demás partes de su cuerpo tampoco. Lo último que vio antes de caer fue a ese hombre ordenarles a unas hienas correr en su búsqueda.
Todo quedo a oscuras luego de sentir el último golpe de gracia, al impactar de lleno contra el agua y las rocas del final de la cascada. No podía luchar más y se dejo estar en ese sueño.
Su final había llegado, ya no tenía fuerzas para hacerle frente al dolor físico y mucho menos contra el dolor emocional por las vidas perdidas, incluyendo la de su padre y por no saber si sus hermanos lograron o no escapar...
Al convertirse en el Alfa debió echar a los miembros que solo traerían más problemas de los que ya habían en la manada. Como se esperaba esos lobos que fueron expulsados no se lo tomaron nada bien, pero sabían que no eran rivales para Akia.
Lo que no significaba que todos se quedaran de brazos cruzados y olvidaran, uno de esos cobardes quería vengarse y cuatro años después logró pagarle a un grupo de cambia-formas de distintas especies para hacer el trabajo. Así fue como un hombre, que destilaba el olor de la muerte, apareció en su comunidad para conocer a su objetivo. Lo que nadie esperaba era que ese mercenario se encaprichara con el Alfa Akia y sus dos hermanos.
<<Asher y Kira>>
No podía morir sin comprobar que estuvieran vivos y lejos de ese maniático. Tenía que despertar y levantarse. Lentamente comenzó a abrir los ojos. La luz hizo que los cerrara varias veces antes de poder mantenerlos abiertos. Luego de unos segundos se dio cuenta de que no se encontraba en el río, sino que estaba en una cama.
Intentó moverse, pero el dolor se lo impidió. Su cuerpo estaba destrozado y al respirar su pecho ardía tanto que tenía ganas de llorar, pero no, no debía permitirse el llorar. Suspiró, arrepintiéndose luego de pensar que no volvería a recobrar el aire, y al calmarse comenzó a intentar recordar lo que pasó, esperando que el dolor punzante en su cabeza no se lo impidiera.
<<Mis hermanos guiaron a miembros de la manada lejos de la batalla, peleamos con los invasores, muchos murieron, fui hasta el punto de encuentro y pude oler la sangre de mis hombres, ese mercenario estaba del otro lado del río, intenté cruzar y la corriente me arrastro hasta caer por la cascada, unas hienas fueron detrás de mí, dos, todo se volvió negro y desperté en esta cama...¿Dónde estoy?>>
Nada más se le venía en la mente, su último recuerdo era el de unas hienas en muy mal estado corriendo desesperadas. El pensamiento de ser capturado y de estar en estos momentos en manos de ese pervertido lo agitó. No estaba en condiciones de escapar, ni mucho menos defenderse. Si tan sólo pudiera transformarse en lobo podría curarse, pero al estar en tan mal estado no lo lograría.
—Llamaré al médico— dijo una profunda y calmada voz. El que habló no estaba al alcance de su vista, pero algo hizo que su lobo se inquietara de una manera extraña.
—Así que por fin despertó— una voz alegre era la que se escuchaba ahora. Un hombre mayor, con canas y arrugas se acercó al convaleciente lobo —. Soy el doctor Juliano. Debe tranquilizase, ya paso por la etapa crítica así que solo tiene que ser paciente para poder sanar, tiene suerte de ser un cambia-formas si no estaría muerto...
Deseó hablar pero una tos no se lo permitió. Logró reprimir las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos cerrándolos fuertemente. El anciano hablaba y hablaba y su cerebro no podía registrar nada, el dolor era insoportable.
—Du-duele...— logró pronunciar casi como un susurro antes de poder censurarse. Ante esto el médico lo miró y luego comenzó a suministrarle Dios sabe que en el suero. Cerró los ojos nuevamente, concentrándose en sanar rápido para buscar a sus hermanos. Sin darse cuenta se durmió nuevamente. El ataque de ese grupo de mercenarios venia a su mente una y otra vez, los gritos, el fuego... todo destruido y no pudo impedirlo.
Abrió los ojos con dificultad por la luz, como la primera vez. El suero ya no estaba y el dolor de su cabeza había pasado. De a poco fue moviendo los dedos de las manos, luego los pies y piernas que ya no dolían, pero que se sentían extremadamente pesadas. Sus pulmones ya no parecían estar respirando vidrio molido en vez de aire, pero dolían un poco.
—Para ser un lobo no eres nada alerta— dijo esa vos profunda desde un rincón, esa que había escuchado la primera vez que despertó. Esta vez Akia pudo girar su cabeza para ver de quien se trataba.
Un hombre, que a pesar de que estaba sentado se notaba que era más grande y fornido que él, se encontraba observándolo. Con el ceño fruncido el desconocido se puso de pie y camino hacia el lobo mirándolo con sus ojos azules de una manera inquisitiva, hasta encontrarse con la mirada incomoda del joven Alfa.
Akia no entendía como podía sentirse tan extraño e inquieto por aquellos increíbles ojos azules, siendo que antes se había tenido contrincantes más grandes e imponentes, pero este hombre tenía algo en la mirada que lo hacía poner nervioso.
—¡Que bueno que despertó!— dijo el doctor desde la puerta sin entrar dentro del cuarto —Bueno, ahora vas a sentir el cuerpo pesado por unas horas por los calmantes que te suministre estos días, pero como podrás tomar la forma de lobo vas a terminar de sanar sin problemas en un abrir y serrar de ojos
Levantando los pulgares muy animado se largó dejándolo con ese hombre. Casi como si estuviera siendo cazado, ya que ese ánimo no pudo enmascarar el alivio en su rostro antes de desaparecer.
—¿Dónde estoy? ¿Hace cuánto tiempo...?— Sed... tenía mucha sed. El hombre al parecer se dio cuenta porque le acerco a su boca una botella de agua —Gracias—
—Soy Brian y te vi caer de la cascada, te salvé de esas hienas y te traje a mi casa. Estabas realmente más muerto que vivo, dormiste una semana y después que despertaste no parabas de quejarte así que le pedí al doctor que te sedara hasta ayer ¿Puedes sentarte?— Asintiendo todavía aturdido se sentó en la cama ayudado por los fuertes brazos de Brian. Estaba tan cerca que sin darse cuenta se encontró oliéndolo, era un aroma muy agradable para su lobo y la agitación por el pensamiento que cruzó su mente lo distrajo —. ¿Te gusta lo que hueles?
—Lo siento— se felicitó por lograr que su tono de voz sonara sin signos de vergüenza o asombro por lo agradable del aroma. Mientras intentaba sentarse para levantarse disimuladamente esquivó esa mirada perturbadora —Yo soy... Akia.
—Me imagino que tú eres un Alfa— dijo seguro Brian, haciendo que Akia levantara la mirada sin decir nada —. No suelo levantar lobos moribundos, traerlos a mi casa y mucho menos tomarme el trabajo de borrar todo rastro de su aroma para que no sea encontrado, pero mientras te tenia aquí en mi cama me di cuenta de porque me tome tantas molestias en cuidarte... ¿Lo sentiste cuando me olías?
El lobo no contesto ni demostró ninguna emoción en su rostro, a pesar de que por dentro una revolución se estaba llevando a cabo en su mente.
—Eres mi pareja Akia— dijo lentamente al tomar su rostro y mirarlo fijamente con el ceño fruncido —, que seas un Alfa no me va a impedir reclamarte porque eres mío—
Dicho eso lo beso abruptamente y no fue de una manera amorosa, sino más bien de forma posesiva diciéndole de ese modo "yo mando"

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